Caníbal

Sesión de clausura

CANÍBAL (Manuel Martin Cuenca)

Dirección: Manuel Martín Cuenca
País: España
Año: 2013
Duración: 117 min.
Género: Thriller, drama
Interpretación: Antonio de la Torre (Carlos), Olimpia Melinte (Nina), Alfonsa Rosso
Guión: Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández; libremente inspirado en la novela “Caríbal”, de Humberto Arenal
Producción: Manuel Martín Cuenca, Fernando Bovaira, Simón de Santiago y Alejandro Hernández Díaz
Fotografía: Pau Esteve Birba
Montaje: Ángel Hernández Zoido
Dirección artística: Isabel Viñuales
Vestuario: Pedro Moreno
Distribuidora: Golem
Estreno en España: 11 Octubre 2013

Sinopsis:
Carlos es el sastre más prestigioso de Granada. Un hombre respetable. Sus pasiones son el trabajo y sobre todo la comida, pero no come cualquier cosa: se alimenta de mujeres desconocidas, con las que no tiene ningún vínculo emocional. Esa situación cambia el día en que conoce a Nina, una joven rumana que busca desesperadamente a su hermana gemela, que ha desaparecido hace unos días.

MANUEL MARTÍN CUENCA
El Ejido, Almería, 1964. Comenzó su carrera cinematográfica como ayudante de dirección de Felipe Vega, José Luis Borau, Icíar Bollaín y José Luis Cuerda. director de casting y realizador de making-off. Ha impartido clases en la Escuela Nacional de Cine de San Antonio de Baños (Cuba), donde fue coordinador de la cátedra de Dirección. También ha trabajado como docente en la Unión de Actores de Madrid y en la Universidad Carlos III de Madrid.

En 1991 dirigió su primer cortometraje: El día blanco (1991). Durante esta década realizó otros dos cortos: Hombres sin mujeres (1998) y Nadie (un cuento de invierno) (1999). Ha dirigido, entre otros, los largometrajes «La flaqueza del bolchevique» (2003), «Malas temporadas» (2005), La mitad de öscar» (2010) y «Caníbal» (2013).

 

Como si su trayectoria fuera una continua carrera de obstáculos, Manuel Martín Cuenca vuelve a sorprender con una historia de amores terminales (y nunca mejor dicho), que parte de dos intenciones tan extremas como apasionantes: una, la reflexión sobre los límites del amor a partir de la peripecia de un apocado sastre de provincias; otra, cómo hacer para que, sin abandonar nunca el punto de vista del asesino, el espectador no se limite a juzgarlo.

Ambos desafíos los supera el director, y con creces. Y lo hace gracias a un crescendo dramático que dosifica sabiamente el accionar criminal del personaje, y algunos elementos contextuales que, sin ser nunca subrayados, arrojan no poca luz sobre su retorcida psicología: sus rutinas o el tipo de gente con la que se relaciona. Y por encima de todas, la ritualidad religiosa, algo así como un signo de puntuación en sus crímenes, pero también una irónica, elegante sugerencia de Martín Cuenca sobre la literalidad con que el personaje ha podido tomar las enseñanzas del catolicismo, al fundir creencia y deseo, ritual y muerte.

Mirito Torreiro (FOTOGRAMAS)