Insensibles

Sección oficial a consurso

INSENSIBLES (Juan Carlos Medina)

Dirección: Juan Carlos Medina
Países: España, Francia y Portugal
Año: 2013
Duración: 105 min.
Género: Thriller, terror
Interpretación: Àlex Brendemühl (David), Juan Diego (Adán Martel), Félix Gómez (Adán Martel, de joven), Bea Segura (Magdalena), Tómas Lemarquis (Berkano), Derek de Lint (Dr. Holzmann), Ramon Fonserè (Dr. Carcedo), Silvia Bel (Judith), Lluís Soler (Iván Barkos), Irene Montalà (Anaïs)
Guión: Juan Carlos Medina y Luiso Berdejo
Producción: Adolfo Blanco, Miguel Ángel Faura, François Cognard, Antoine Simkine y Luís Galvão Teles
Música: Johan Söderqvist
Fotografía: Alejandro Martínez
Montaje: Pedro Ribeiro
Dirección artística: Íñigo Navarro
Vestuario: Ariadna Papió
Distribuidora: A Contracorriente Films
Estreno en España: 14 Junio 2013

Sinopsis:
Tras un fatídico accidente de coche, un brillante neurocirujano es sometido a una serie de pruebas que revelan que tiene cáncer y que necesita un trasplante de médula. Cuando decide pedir ayuda a sus padres, la respuesta de éstos sacará a la luz una misteriosa historia del pasado. El protagonista emprende entonces una investigación que le permite averiguar que, durante la Guerra Civil (1936-1939), un grupo de niños nació con una extraña peculiaridad: la insensibilidad ante el dolor físico.

JUAN CARLOS MEDINA
Nacido en Miami en 1977, de padre español y madre francesa, después de graduarse en estudios cinematográficos con especialidad de guión en la Universidad de la Sorbonne en París, Juan Carlos Medina dirige videoclips para la BBC y realiza reportajes de política y sociedad para Current TV Internacional. También escribe guiones para películas de largometraje y una serie de TV animada. Ha dirigido varios cortometrajes premiados en varios festivales internacionales de cine.

 

Un peliculón. Sí, sí, un peliculón. Insensibles es una de las películas españolas más inesperadas y estimulantes de los últimos tiempos. Con una compleja estructura de flashbacks, Juan Carlos Medina debuta en el largometraje con una obra de tal madurez que se diría pergeñada por un experto cineasta conocedor de todos los matices y retruécanos de su oficio. Conviven en ella varias películas distintas –una de guerra, una histórica, una de terror y una de ciencia-ficción– y, a su vez, es una sola, tan pétrea como un menhir.

El protagonista es un neurocirujano que necesita un trasplante de médula y que, en su odisea para encontrar donante, descubre una oscura ley del silencio vinculada a su pasado. Deberá encontrar las respuestas en un pueblo de los Pirineos donde, durante la Guerra Civil, los niños nacían inmunes al dolor. De la sabia combinación de estos dos tiempos, nace una historia apasionante sobre la búsqueda de raíces, la identidad como valor más preciado y, sobre todo, el miedo. El miedo, sí, depurado y esencial, retratado con una elocuencia y una frialdad insólitas. El personaje de Verkano –troncal en la historia y sobre el que conviene no desvelar excesivos detalles– parece salido de la imaginación de un Stephen King y su presencia, física o intuida, preña el relato de un desasosiego y extrañeza tan impregnados de clasicismo que me retrotrajeron –no quisiera exagerar– al cine de terror de Jacques Tourneur (La noche del demonio) o a los cuentos góticos de Jack Clayton (A las nueve cada noche). Al tiempo se me antoja cercana a los mundos, casi nunca corpóreos, de David Lynch y, repito, posee una madurez expresiva admirable. Algún exceso en forma de truculencia no estorba a los valores de esta rareza que merece ser vista, degustada y digerida con calma. Un peliculón, sí, no le demos más vueltas.

Toni Vall (CINEMANÍA)